5 tipos de mediocre que pueden joderte la vida

«Los espíritus mediocres suelen condenar todo aquello que está fuera de su alcance«

François de la Rochefoucauld

En el mundo en general, y en la empresa en particular, existe una verdadera plaga bíblica que todo lo corroe: la mediocridad. Podríamos decir que frente a un sistema meritocrático donde se premia lo mejor, impera una ineptocracia que va desde el nepotismo (premio a “mis afines”) hasta el régimen de terror que hoy en día tiene instaurado en nuestra sociedad lo políticamente correcto.

Sin querer ponerme exquisito, voy a enumerar cinco tipos de personas que basan su existencia en la mediocridad. Tened mucho cuidado con ellos porque son altamente tóxicos y habitualmente están bien posicionados.

Solamente os deseo no verlos juntos en acción porque son una especie de gabinete de cámara que no conoce otra pieza que el réquiem para tu empresa (y para tu salud, física y mental):

 1) El contemporizador.

Para los que no lo sepáis, la RAE define contemporizar como “acomodarse al gusto o dictamen ajeno por algún respeto o fin particular”. El contemporizador es, frecuentemente, una persona con poder. De hecho, ese poder es su herramienta de supervivencia porque lo que es por su valía no duraría un telediario en el mundo profesional.

Un contemporizador es alguien que en su día fue ascendiendo puestos en tu organización hasta que, fiel al principio de Peter, se quedó en el actual, ejerciendo su máxima incompetencia y nadie ha tenido los cojones de devolverle al escalón de donde venía.  Precisamente su carencia de valía es lo que lo convierte en peligroso porque él lo sabe y va a hacer lo que sea necesario para mantenerse en su poltrona.

La principal característica de un contemporizador es que es un superviviente. Son gente que a pesar de que cambien sus superiores ellos siempre están ahí. Para ello utilizan una mezcla de mentiras junto a una obediencia ciega a su amo coyuntural a quien le hará todos los favores que estén en su mano (solicitados y no solicitados).

Jamás de los jamases confiéis en un contemporizador ya que, por su propia naturaleza, venderá si es necesario a su propia madre antes que ceder su posición de poder.

2) El cuadridulado.

Este personaje vive en un dogma que anula cualquier destello de creatividad e incluso diría que de humanidad. Los peores son los que han sido autores del dogma en el que viven, es decir, han escrito de su puño y letra los procedimientos y el cuerpo documental que mantendrán, a cualquier precio, antes de enfrentarse al mismo.

El cuadriculado no es tan peligroso como el contemporizador porque se le ve venir ya que es víctima de sus propias  ataduras y, por lo tanto, previsible. No obstante, la única manera de enfrentarse a uno de éstos es la desobediencia. Son de los que estarán repasando el procedimiento de evacuación, con el Titanic en vertical y el piano pasando sobre tu cabeza.

El cuadriculado no es consciente de su mediocridad porque no existe nada fuera del dogma, es más, como máximo adalid del mismo se considera en una especie de cruzado contra todo aquel que ose cuestionarlo.

La única ventaja del cuadriculado es que no establece sinergias con los otros mediocres. Ahora bien, es fácilmente manipulable y frecuentemente utilizado como “tonto útil”.

3) La navaja suiza o el sabelotodo.

Este personaje tiene salidas para todo, domina cualquier ámbito o tema que se te pueda ocurrir y no se corta en proponer soluciones a cualquier problema. Frecuentemente añade una característica que lo convierte directamente en detestable y es que se autopostula como solucionador de cualquier problema, le competa éste o no. Lo que en castizo se ha venido llamando un “trepa”.

Desprecia la opinión de quien tiene el conocimiento o la experiencia para solucionar los problemas y hace lo posible por ignorarlos y que éstos sean ignorados por el resto de mediocres. El ve a estos profesionales como un peligro dado que son los que podrían desmentir sus “soluciones” o, cuando menos, ponerlas a prueba.

El sabelotodo frecuentemente está hueco y sus soluciones no van más allá de algún cursito de formación o libro mal leído y peor experimentado. Es muy peligroso porque a veces adquiere rasgos del cuadriculado en cuanto a sus soluciones se refiere y lo peor que puede ocurrir es que otro tipo de mediocre le escuche y crea en él (en su “utilidad” más bien).

Digamos que el trepa está dispuesto a ser tratado como tonto útil siempre que el precio satisfaga sus ansias de trepar.

4) El estratega o “o rei du regate”.

El estratega, al igual que el contemporizador, es un superviviente nato y eso es precisamente lo que lo convierte en peligroso. Este tipo dice a cada persona lo que quiere oír y se mueve con soltura en cualquier tipo de lio. Lo reconocerás porque cuando hay reparto de tareas nunca le verás llevarse ninguna debajo del brazo (ya no hablemos de asumir responsabilidades; la palabra «culpa» no aparece en su diccionario salvo cuando habla de otros).

El estratega tiene más cintura que Ronaldinho ya que es el maestro del regate corto. Lo que prima en su existencia es no ser señalado y el error principal en las organizaciones es el de dotarle de responsabilidades porque, adaptado a un puesto donde se requieran sus habilidades, podría ser útil.

El principal problema del estratega es que, en contra de lo que cree, tiene menos visión que Mister Magoo y, otros mediocres con un grado de inteligencia más desarrollado pueden utilizarlo para obtener información con la que machacar a quien esté en contra de ellos. Un estratega puede convertirse en soldado fiel o delator según lo que a él, o al que mueve sus hilos, más le convenga.

Es un mal testigo de cargo si el juicio es contra ti y lo presenta un contemporizador ante el jurado. Si te encuentras en esa tesitura, te adelanto que vas a pasar más tiempo en la trena que el Lute.

5) El tonto con iniciativa.

Como dice Emilio Duró, solo hay una cosa más peligrosa que un tonto y ésta es un tonto con iniciativa. Cuando uno de estos adquiere una posición de poder (o ésta le es otorgada) es capaz de acabar con todo lo que se le ponga por delante (en casos extremos puede llegar a inmolarse él mismo y su corte de mediocres pero no confiéis demasiado en Darwin, os lo advierto, hace tiempo que los buenos ya no ganan, ni en el cine).

Un tonto con iniciativa es un poco como Frodo Bolsón con el anillo; tiene una misión que cumplir y no sabe cómo hacerlo. La diferencia con Frodo es que no tiene a un Gandalf que le guíe (¡ojalá!) sino que tiene a un par de sabelotodos ofreciéndole soluciones mágicas y a una corte de contemporizadores haciéndole las palmas, aunque decida poner rumbo al iceberg.

La misión del tonto con iniciativa lo convierte en cuadriculado respecto de las soluciones propuestas por los sabelotodos. Ni sabe él, ni sabe quién sabe. Eso, o encargará la implementación de su difuso plan a sus cuadriculados de cabecera. Todo esto aderezado con las palmas de los contemporizadores y los reyes del regate sembrando el caos y el desconcierto en la organización, mientras los profesionales achican el agua como pueden.

Cuando los cinco tipos coinciden en una organización, y además lo hacen en puestos de responsabilidad, su hábitat natural, solo queda hacerse a un lado y esperar que no salpique.

Al menos yo, cuando he tenido que enfrentarme a semejante “conjura de los necios”, no he sabido afrontar, ni enfrentarles, ni juntos, ni por separado. Supongo que puede que esto se deba a que no son cinco los tipos de mediocres sino seis y el sexto sea yo mismo.

Sea como fuere y como dijo Henry Ford, no dudéis que:

La mediocridad es el peor enemigo de la prosperidad

 

Imagen | Mediocridad