Busca tu estado de gracia para tomar las mejores decisiones

Tomar buenas decisiones es una habilidad tan fundamental…que, por supuesto, no se enseña en ningún lado. A lo largo del día tomamos literalmente cientos de decisiones pero el problema está en que tomar decisiones… ¡cansa!

Tomemos, como ejemplo, el póquer. El póquer es un juego de información incompleta en el que tu beneficio dependerá directamente de lo buenas que sean las decisiones que tomes. Una sesión online puede consistir en jugar 12 mesas a la vez, lo que se traducirá en unos cuantos miles de manos y, en cada mesa, deberás tomar la mejor decisión en tu turno de juego, si quieres sacar beneficio. La calidad de tus decisiones se resiente a medida que vas tomando decisiones. Llega un momento en que es necesario dejarlo y descansar.

Normalmente, la decisión correcta es la que produce el mayor beneficio. Esto es lo que se ha venido en llamar coste de oportunidad y es un concepto que se aplica en Economía y que resulta muy interesante para ser considerado desde otras disciplinas. El término fue acuñado por Friedrich von Wieser y también es conocido como “el valor de la mejor opción no realizada”.

Para no entrar en explicaciones farragosas diremos que, desde el punto de vista puramente económico, el coste de oportunidad es aquello a lo que renunciamos cuando tomamos una decisión. Por ejemplo, si tengo 10 euros y estoy dudando entre ir a cine o comerme una hamburguesa, el coste de oportunidad de ir al cine será la hamburguesa que no me he comido. Tú decides cual es la opción de mayor valor.

Lo que ocurre es que cuando mezclamos largo y corto plazo el coste de oportunidad no es tan evidente.

En muchas de nuestras decisiones, la parte racional tiene un peso importante. Por contraposición, nuestra naturaleza, nuestra animalidad hace que deseemos lo inmediato en lugar de lo más beneficioso. Léase sistema límbico vs corteza prefontal o elefante vs jinete de los que hablan Chip y Dan Heath en su fabuloso libro “Cambia el chip“. Acordaos también del famoso test de la golosina.

Vale, ¿y esto a dónde nos lleva?

Pues nos lleva a algo muy importante en el terreno de la productividad personal, máxime si manejas muchas tareas diariamente. Elije tus tareas más importantes cuando estés fresco. Elegir es tomar una decisión. Y en buena medida, marca tu desempeño diario.

En productividad personal hay una especie de regla que dice que empieces el día por tus tareas más complicadas. Brian Tracy escribió un libro entero aconsejando tragarse primero los “sapos” más desagradables.

Pues bien lo que yo te digo hoy es que planifiques tu día de mañana cuando estés fresco y puedas discernir lo verdaderamente importante.

* Para los talibanes de la literalidad, podéis intercambiar “de mañana” por tu momento ideal que podría ser perfectamente a la tarde, como es mi caso. Suele ser, eso sí, un momento aislado o diferenciado de la jornada laboral.

Una diferencia importante entre ZTD y GTD es que ZTD planifica tu día siguiente y GTD no, GTD toma decisiones sobre la siguiente acción una vez finalizada la que estabas realizando (más o menos). De esto ya hablé en “Planificar o no planificar, he aquí la cuestión”.

No tomes decisiones de manera intempestiva; mucho menos lo hagas con las importantes.

Hoy en día la sociedad está montada para que tu raciocinio claudique ante tus impulsos. Vas al súper y, por mucha lista de lleves, siempre acabas picando y llevándote algo que no “necesitabas”. Entras en cualquier web y te saldrán cantidad de ventanas flotantes ofreciéndote subscripciones gratis, libros gratis, pruebas gratis… o, como nos tienen más fichados que al Vaquilla, te ofrecen los productos que según tus gustos te harán salivar.

Hace falta fuerza de voluntad para no picar en nada. Y es que, efectivamente, la fuerza de voluntad es la gasolina de las buenas decisiones… ¡y de los resultados a largo plazo!

Sí, amiguitos, porque los resultados a largo plazo, muchas veces, requieren de acciones que, si no las planificásemos, no seríamos capaces de identificarlas y, mucho menos, de ejecutarlas (ya sabéis eso que se dice de que “los árboles no dejan ver el bosque” que por cierto nunca he llegado a entender).

En resumen, más importante que hacer las tareas más complejas cuando estés fresco es reservar ese momento para la toma de decisiones importantes.

Por una vez en la vida, estoy dispuesto hasta a aconsejar que procrastines ya que, cuando hablamos de tomar decisiones, diferir la satisfacción inmediata suele ser un síntoma de autocontrol y, en consecuencia, de fuerza de voluntad.

Actúa como en un videojuego. Cuando tu nivel de voluntaritis esté bajo, difiere la toma de decisiones, párate y descansa. Si no me haces caso, productivamente hablando, vas a durar menos que Calimero en la puerta de un KFC.