Cómo procrastinar y no morir en el intento

Nunca hagas hoy ninguna tarea que puede haber desaparecido mañana

John Perry

En 1995, el profesor de filosofía de la Universidad de Stanford, John Perry escribió un ensayo titulado “The structured procrastinator”. Este ensayo describía, destilando fina ironía,  cómo no es tan malo ser un procrastinador. De hecho, el profesor Perry se reconoce procrastinador pero proclama orgulloso que ha sabido sacar ventajas de su admitido defecto.

En 2011, con 15 años de retraso, como no podía ser de otra forma hablando de procrastinación, John Perry recibió el premio Ig Nobel de Literatura por este ensayo. Los premios Ig Nobel son una parodia yankee de los Nobel y se conceden a trabajos que primero hacen reír y luego pensar.

Con estos antecedentes parecía interesante dedicarle una lectura a “La procrastinación eficiente” el libro en el que finalmente han cristalizado las andanzas del insigne filósofo. Subtitulado “Guía para dar largas, pensar en las musarañas y posponer todo de manera productiva” os podéis imaginar que mantiene el tono burlón, riéndose sobre todo de él mismo.

Yendo un poco más allá del cachondeo, podemos sacar algunas cosas interesantes del pensamiento del señor Perry.

¿Qué es la procrastinación estructurada?

Partiendo de la base de que todos los procrastinadores posponen cosas  que tienen que hacer, y para ello se autoengañan, el amigo Perry nos propone que nos autoengañemos de forma productiva. Para ello es suficiente con colocar en lo más alto de la lista de nuestras cosas a hacer “la clase acertada de trabajos”.

Esta “clase acertada de trabajos” tienen dos características:

  • Parece que tienen un plazo de entrega bien definido (pero en realidad no lo tienen).
  • Parecen tremendamente importantes (pero en realidad no lo son).

En las siguientes posiciones de nuestra lista figurarán las tareas que sí tenemos que hacer con lo que, nuestra mente procrastinadora diferirá los primeros y hará los segundos, consiguiendo ser medianamente productivos. Se trata de aprovechar la excelente capacidad para el autoengaño de la que se valen los procrastinadores, para sacar adelante trabajos.

Irónicamente afirma que esta clase de trabajos  son muy abundantes en las universidades. Siempre hay una colaboración para un volumen  académico que parece vital pero que en realidad nunca se publicará, etc. Seguramente ocurre algo parecido en las empresas.

Según él (y estoy de acuerdo) lo importante es conocernos en profundidad. Como afirma en el libro, “una vez que comprendemos que somos procrastinadores estructurados, no sólo nos sentimos mejor con nosotros mismos sino que, además, mejoramos nuestra capacidad para hacer las cosas, porque una vez que el miasma de la culpa y la desesperación se desvanece, comprendemos mejor lo que nos impide hacerlas”.

En el libro se plantea el problema filosófico de la akrasia, es decir, el misterio de por qué elegimos hacer otra cosa que lo que es mejor para nosotros. El profesor Perry critica fuertemente el perfeccionismo y afirma, entre bromas, que el perfeccionismo lleva a la procrastinación. El miedo a no ser lo suficientemente bueno ante los demás (y ante uno mismo) paraliza.

Especialmente curioso es el argumento que usa cuando afirma que procrastinar ha sido un modo de darse permiso para hacer un trabajo menos que perfecto para una tarea que no exigía un trabajo perfecto. Afirma que sólo cuando el plazo aprieta se ha visto en la necesidad de hacer cosas a las que habría dedicado mucho más tiempo si no hubiese procrastinado y que, al final, el resultado ha sido el mismo.

Si bien sus métodos son un tanto chocantes,  saca conclusiones muy interesantes como, cuando de todo lo anterior deriva, “tenemos que adoptar la costumbre de obligarnos a analizar, en el momento de aceptar un trabajo, los costes y beneficios de hacer un trabajo menos que perfecto”. Y es que, dedicar más tiempo y recursos de los necesarios a algo, también es ser improductivo.

En el resto del libro trata asuntos menos originales, tocando temas tan clásicos como la división de tareas, las distracciones (especialmente el ordenador) o el trabajo colaborativo.

Una recomendación bastante interesante es la de ponerte a navegar por Internet (sobre todo si tienes problemas de autocontrol)  sólo cuando sabes que alguna actividad te va a interrumpir a tiempo, por ejemplo, la hora de la cena, una reunión o cualquier evento al que tienes que asistir. El amigo John se fía tan poco de sí mismo que admite usar despertadores que lo saquen de su ensimismamiento con Internet.

El profesor Perry admite, en definitiva, que ha tratado de cambiar pero que, dado que no ha encontrado la solución en libros, seminarios o amigos no procrastinadores, ha tenido que ingeniárselas para autoengañarse productivamente de todas estas maneras.

Ironiza especialmente sobre los libros que tocan la procrastinación cuando dice “el problema es que leerlos, hacer los ejercicios y seguir los consejos, es la clase de cosas que sólo podríamos hacer si, para empezar, no fuéramos procrastinadores”. No puedo evitar sonreír porque no es la primera vez que pienso que los blogs de productividad son leídos por la gente que menos lo necesita y realmente los que tienen más necesidad “pasan de estos rollos”.

En definitiva, “La procrastinación eficiente” es una lectura “diferente”, de humor sutil, de la que entre líneas se pueden sacar cosas interesantes, a la par que pasar un buen rato y que no quiero seguir destripando.

Para los procrastinadores, os dejo una cita que a mí me ha llevado a reflexionar:

“Sentirse bien ahora tiene un precio”

Si encima ni siquiera nos sentimos bien procrastinando,  al menos procrastinemos estructuradamente ¿no?