Desaparecido en combate

Cuando alguien dice «nadie es perfecto«, Chuck Norris se lo toma como un insulto personal

Sabiduría popular norrística

Nunca, desde hace más de seis años que comencé con este blog, había estado desaparecido tanto tiempo (de hecho, creo que nunca había conectado dos semanas consecutivas de ausencia) y ahora… ¡Mes y medio desaparecido en combate!

Preocupaos solo si sois enemigos porque estoy bien.

Os cuento, ya que hace mucho tiempo que no hablo de mí, y creo que hoy toca.

Desde hace aproximadamente año y medio, nos encomendaron (a tres personas) en mi empresa una misión muy a lo Chuck Norris: trabajar en un puesto extraoficial para recuperar la confianza de nuestro principal cliente, confianza que se había deteriorado hasta alcanzar cuotas de ruptura, poniendo en peligro la existencia de la propia empresa.

Pues bien, año y medio después, la confianza hace meses que se ha recuperado (¡éxito!) pero ha sido un proceso tan duro y extenuante que me ha desgastado hasta extremos que no podía ni imaginar, cuando me llamaron para formar parte de esta aventura.

Estoy, literal y literariamente, seco.

Voy a tratar de sacar algo positivo de toda esta experiencia de cambio organizacional en esta entrada. Sinceramente, no sé si lo conseguiré.

Primero, la experiencia ha puesto a prueba mis conocimientos sobre productividad porque en esta etapa ha habido de todo menos orden.

Para tratar de recuperar esta confianza hemos primado el servilismo (yendo bastante más allá de la orientación al cliente) sobre la gestión, ya que la gestión se había convertido en burocracia y ésta era una de las causas principales de insatisfacción. La empresa, sus procesos y sus altos cargos mandaban más que los clientes.

Esto, que tan sencillamente se enuncia, ha supuesto un sobreesfuerzo de las tres personas que hemos conformado este “comando” ya que nos hemos tenido que multiplicar para que todo pase por nuestras manos.

El principal problema de esta dinámica es que, sin gestión, el modelo no es escalable y está agotado, como agotadas estamos las personas que lo hemos llevado a cabo. O cambiamos de estrategia o de nada habrá servido el tiempo invertido.

Ya lo dice la sabiduría popular: “Cuando un tonto coge un camino, el camino se acaba y el tonto sigue”. Es muy fácil pasar de “listos” a “tontos” en el mundo de las organizaciones.

Segundo, la experiencia ha puesto a prueba mis conocimientos sobre habilidades sociales porque ha habido que reorganizar y renegociar mucho.

Curiosamente se ha producido un extraño efecto: un año después de nuestra llegada a un cliente que creía que la empresa era una mierda y no le servía, ahora que su opinión ha cambiado, me atrevería a decir que somos más apreciados por el cliente que por la gente de nuestra empresa.

El cliente identifica la mejora con las personas nueva al frente pero también identifica lo que no funciona con las personas que estaban previamente al mando.

Y esto duele y hay quien no lo soporta. Sobran egos en las organizaciones.

Las personas se identifican demasiado con lo que hacen y si intentas cambiar lo que se hace, porque se ve que no funciona, hay quien asume que es un ataque directo a su persona y se revuelve en su asiento.

Para cambiar tanto uno mismo como una organización creo que es necesario un grado de madurez que muy poca gente tiene. Somos tan estúpidos que solo funcionamos ante amenazas, y a veces, ni por esas.

Es dramático ver que el cliente está más dispuesto a sacrificar cosas que necesita que tu propia empresa  a sacrificar cosas que no necesita.

Me siento muy decepcionado con mucha gente.

Ahora bien, también he de decir que mucha otra gente ha arrimado el hombro. Curiosamente, gente que no está al mando de las operaciones, gente por debajo del alto mando, gente que, al fin y al cabo, es la que acaba en el frente de batalla. Quizás por eso, porque desde el frente de batalla se oyen las bombas más cerca que en el cuartel general.

Tercero, el cliente quiere, sobre todo, alguien en quién confiar.

Los clientes son seres humanos como tú y como yo y, básicamente, lo único que quiere es alguien que le resuelva los problemas que tiene o que, como mínimo, no le ponga sobre la mesa más problemas aún.

Los informáticos nos olvidamos, con frecuencia, que la informática es un soporte a un negocio real y lo que quiere el cliente es que la informática ayude a su negocio y no al revés.

Por muy manido que esté es muy real: si quieres “vender”, soluciona un problema. Si el cliente no es consciente de que tiene un problema, tu labor es primero mostrárselo y, a continuación, proporcionarle la solución.

Y problemas no faltan en las organizaciones actuales.

Por último, todo este año y medio “raro” y agotador no ha hecho más que reafirmarme en la necesidad de técnicas de productividad.

Es impresionante la cantidad ingente de tiempo y dinero desperdiciado en reuniones, la pésima gestión del correo y del teléfono, la inexistencia de planes a corto, medio y largo plazo…

¡La gente no tiene tiempo para tener tiempo!

Sólo el ejemplo personal ha conseguido despertar el interés de ciertas personas en mis técnicas de productividad. Sólo viendo cómo “tengo el control” de decenas de temas, la gente me pregunta en ocasiones… ¿Cómo lo haces?

Sé que suena un tanto pedante pero no lo es. Lo que ocurre es que lo que para mí es una gestión altamente ineficiente (la mía) a otros les resulta un misterio fascinante pero es que… el 90% de los profesionales siguen inmersos en una gruta del paleolítico productivo.

Acabo.

Además de estar medio groggy por todo lo anterior, estoy preparando el Camino de Santiago para este verano. Llevo ya casi 3 meses de preparación lo que implica caminar sábados y domingos (y algún día entre semana que pueda disponer de un par de horas).

Como mi forma física no es precisamente la de un espartano me estoy metiendo sesiones de 30 y 20 kilómetros lo que supone una ingente cantidad de tiempo dedicada a caminar. Os lo comento porque llevo ya como 360 km hechos hasta el momento y, como decía en mi artículo Cierra la boca, ¡no compartas tus metas!, es una meta que comparto porque ya no hay vuelta atrás.

Intentaré hacer el Camino desde Roncesvalles (en función de la disponibilidad de las vacaciones) lo que hace algo más de 750 km hasta Santiago de Compostela.

Además, si por lo que fuera la meta no se diese, os puedo asegurar que el viaje ya disfrutado ha merecido tanto o más la pena que la propia meta.

En definitiva, entre el cansancio mental que me proporciona mi trabajo y el cansancio físico que me proporciona mi meta veraniega, estoy servido y a cero con el blog.

Espero que la entrada de hoy, aparte de para que sepáis que estoy vivo, sirva para motivarme a seguir escribiendo semanalmente porque es una cosa que me gusta y que me ayuda.

¡Un saludo!