El cortoplacismo mata tu productividad

El cortoplacismo es un mal endémico de nuestra sociedad actual. Detrás de él se esconden desde las causas últimas de los desastres financieros (el beneficio inmediato por encima de la sostenibilidad en las empresas o vivir de la deuda, y luego ya veremos quien paga la fiesta, en los gobiernos) o una sociedad que te impele a consumir como si no hubiera  mañana (y fabrica productos, por ejemplo tecnológicos, con fecha de caducidad, léase obsolescencia programada, para asegurarse el consumo futuro).

La raíz es cultural y de carácter. Desde pequeñicos se nos educa para que no seamos capaces de demorar una gratificación sino que vivamos el momento sin que hubiera un mañana. ¿Qué prefieres, un caramelo ahora o la bolsa entera mañana? El caramelo, claro.

El esfuerzo ha dejado de ser considerado un activo. Y no lo olvidemos, la educación, la fundamental, es la que se recibe en casa de cada uno.

Ahora bien, todos los casos citados no han llevado sino al desastre: las empresas que primaron su cotización y los beneficios a corto para sus accionistas por encima de la estrategia ya no existen (muchas de ellas con gigantescos escándalos), los gobiernos están hundidos en la más absoluta de las miserias financieras (y lo que es peor, sus ciudadanos son los que sufren (y sufrirán) las consecuencias), el modelo de crecimiento perpetuo en el que se basa el capitalismo parece tocar a su fin (al menos en Europa) y cientos de miles de aquellos que abandonaron sus estudios para ganar 3.000 € al mes en la construcción están hoy en el paro y sin posibilidad real de volver a ocuparse en muchísimos años (o quizás nunca).

En buena medida, todo esto ya lo contó Esopo en La cigarra y la hormiga. Lo cierto es  los griegos era unos cracks absolutos, muy poco se ha inventado desde entonces. Por otro lado, mira tú como está hoy en día Grecia…

Centrándonos en el ámbito de la productividad personal, el cortoplacismo es también un enemigo importante. Quizás el mayor.

¿Por qué no implemento un hábito o un sistema de productividad completo?

La respuesta es sencilla: porque no hacerlo, es menos costoso que hacerlo. Al menos…¡en el corto plazo!

Seguro que es más costoso pensar en una lista de control para hacer la compra en el supermercado que ir directamente y perder 10 minutos vagando entre estanterías. Seguro que es más costoso fijar el hábito de pensar cada día en las tres tareas principales de mañana que empezar el día sin pensar en ello y dedicarte a “lo que venga”. Seguro que es más costoso leer, entender y aplicar GTD que hacer lo que vienes haciendo desde siempre, con sentido común porque, al fin y al cabo, eso es lo que es GTD, sentido común, ¿no?

La respuesta, aunque evidente, resulta difícil de ver a muchos. Depende de si evalúas desde el cortoplacismo o no.

En el corto plazo, es más costoso pensar en una lista de control para la compra que ir al súper “a lo que salga” pero en el largo plazo, la suma de esos 10 o 15 minutos malgastados cada vez  vagando por los pasillos del súper es mucho más tiempo que el destinado a la pensada inicial por extensa que esta sea. Si a eso, le sumas el ahorro de dinero que supone ir a comprar con una lista frente a ir sin nada, algo más que demostrado por las asociaciones de consumidores…

En el corto plazo, es más costo fijar un hábito (sea el que sea, porque supone un periodo largo de fijación, con sus problemas, fracasos y frustraciones) que tirarte a la piscina del día a día. Pero hacer cada día tareas que suman a la hora de conseguir tus metas y no estar a la deriva frente a las exigencias de la jornada, y de los demás, tienen consecuencias mucho menos dañinas.

Montar un sistema de productividad es costoso y farragoso. De hecho la mayoría fracasamos (o estamos continuamente en el intento) pero los réditos a largo plazo, aun fracasando, merecen la pena.

En el fondo, todo es un tema de inversión, en este caso de tiempo y esfuerzo. Un problema de coste de oportunidad.

Luego, claro, lo fácil es quejarse. A Pepito le va bien y a mí no. ¡Que jeta es Pepito! ¡Qué suerte tiene!

Pero si, amiguete, Pepito dedicó en su momento un esfuerzo y tiempo que tú no dedicaste y ahora las cosas le resultan mucho más fáciles. Tiene sus hábitos, tiene su sistema, todo ello tan integrado en su “naturaleza” que hace que parezca que Pepito en un “ser de luz” y tú un “pringao”.

Piensa un poco en todo esto, deja de envidiar, de quejarte, de criticar y ponte las pilas de una vez.

Levanta la vista y no dejes que el dedo te oculte la luna.

Imagen | Bombilla