Seis situaciones en las que no he sido asertivo

“El reto esencial al que colectivamente nos enfrentamos en este siglo consiste en ampliar el circulo del “nosotros” y disminuir simultáneamente el del “ellos””
Daniel Goleman
Podríamos definir asertividad como “la capacidad de expresar abiertamente y de un modo oportuno todo aquello que es de vital importancia para conocernos, acercarnos y entendernos mejor unos a otros”. Personalmente, me gusta más definirla como “tener la humildad y el coraje de SER y, al mismo tiempo, DEJAR SER”.
La asertividad contribuye a la mejora del rendimiento de los equipos y es un rasgo altamente apreciado desde una perspectiva de gestión y productividad. Trata de la comunicación efectiva (y afectiva) y se relaciona con valores como: la empatía, la honestidad, la libertad, la responsabilidad, el respeto, etc.
Por otro lado, la asertividad implica generosidad y es inconcebible sin ponernos en el lugar del otro (empatía) y desarrollar una consideración hacia él (respeto). Estamos muy habituados a intercambiar información, pero no nos preocupan demasiado las repercusiones emocionales de nuestra “comunicación” (entendida de esta manera limitante y limitada).”.
El psicólogo Richard S. Lazarus concreta la conducta asertiva en cuatro habilidades sociales:
- la capacidad de decir que no.
- la capacidad de pedir favores y hacer peticiones.
- la capacidad de expresar sentimientos (afecto y empatía).
- la capacidad de mantener conversaciones completas.
La asertividad, por otro lado, conlleva dos elementos fundamentales:
- el respeto por uno mismo.
- el respeto por los otros.
Toda esta teoría está muy bien pero…
¿Hay situaciones cotidianas en las que no te comportas de manera asertiva?
Yo he rebuscado -no ha sido necesaria escarbar mucho, la verdad-, en mi día a día y he dado rápidamente con media docena de sencillas situaciones en las que no he sido asertivo. Veamos:
1) Estoy perdido y no quiero preguntar a nadie.
No sé a vosotros pero a mi me ha pasado bastantes veces que no sé dónde estoy y me da apuro preguntar. Se mezcla una especie de absurda honrilla por encontrar un sitio por uno mismo y algo de vergüenza por tener que preguntar y admitir que estamos más perdidos que un cerdo en una perfumería. Ayudarse del móvil y los GPS tampoco es que mejore mucho la cosa, hay gente que prefiere esconderse en la tecnología pero el problema de fondo sigue ahí: esconderse. Curiosamente, tengo la sospecha de que nos ocurre más a los hombres que a las mujeres. Esto de pedir ayuda…
2) Estoy en un bar y el camarero me da mal las vueltas.
Léase bar, léase cualquier sitio donde se atiende al público. ¿Te has ido alguna vez con más o menos dinero del que te correspondía? La última vez me pasó en una terraza de Florencia donde el camarero se tomó cincuenta céntimos de propina y no fui capaz de reclamárselos. Vale, cincuenta céntimos de euro es una miseria y no hablo italiano pero eso no es lo importante; lo importante es que era míos y no fui capaz de plantarme. El resto son justificaciones.
3) Alguien se me cuela en una cola.
Estás en la cola del supermercado y esa señora de apariencia entrañable, se te cuela por la derecha, quitándote las pegatinas y pasa a la caja sin pedirte permiso. Vale, señora, de acuerdo en que estoy descargando el carro y usted no lleva casi nada pero, coño, pida permiso. Por no hablar de museos, conciertos, partidos donde la gente se va arrimando, silbando y haciéndose los locos y se te acaban colando. Por no montar jaleo, al final tú eres el perjudicado.
4) Alguien da un dato falso y me callo.
Típico en una reunión. Alguien salva su culo contando una trola como una catedral y tú, por no dejar en evidencia al sujeto, te callas. Al fin y al cabo, ¿qué vas a sacar en limpio? Decir algo quizás supondría dejar en evidencia a tu “compañero” y a ti ni te va ni te viene ¿o sí? ¿Sólo actúas cuando algo te perjudica a ti? Al menos, ¿le coges luego por banda al mentiroso y eres capaz de ponerle las cosas claras?
5) Vas a algún sitio sin tener ganas.
Muchas veces he salido cuando estaba bien a gusto leyendo o viendo una peli, he ido a citas que sabía que iban a ser un coñazo o he compartido con mantel con gente a la que no me unía nada (benditas comidas de empresa). La peor locura es irte de vacaciones con gente con la que “sólo” te llevas bien. Mucho ojito porque de ahí no es tan fácil escapar. Errores que voy corrigiendo a costa de que, a veces, me digan que soy más raro que un perro verde. Pues vale, pero hay que aprender a decir no, empezar a vivir tu vida y no la de los demás.
6) Alguien humilla a un compañero y no hago nada.
Por desgracia me ha tocado alguna situación desagradable en este aspecto en el mundo laboral. Vale, hay gente muy sensible, de lágrima fácil por broncas que otros aguantamos un poco mejor pero, coño, si estás viendo a una persona jodida, ¡para ya! ¿no? ¿Le has parado los pies al agresor? ¿Le has hecho ver que eso no estaba bien? No hablo de meterte en peleas de desconocidos ni de ir de justiciero, hablo de poner un poco de sentido común en determinadas situaciones.
Saber lo que hay que hacer es muy diferente a hacerlo. No sirven de nada todos esos rollos motivacionales que hablan de “caminar sobre gigantes” y “aprender de los mejores” si nos quedamos en el mero aprendizaje. Hay que entrenar la incomodidad que produce salir de nuestra zona de confort con pequeñas cosas como estas. No dejes pasar la próxima.
Quizás la cualidad que más aprecio en las personas, por su rareza, es la coherencia, entendida como la alineación entre pensamiento y comportamiento.
Me declaro “aprendiz de coherente”.
Y anda que no me queda camino. Pero bueno, como no creo en los superpoderes, ni en los superlíderes, pues intento detectar oportunidades de mejora y atacarlas, poco a poco, día a día.
Una última cosa, dicen que “los grandes sumisos hacen a los grandes tiranos”. Creo que trabajar, modestamente, en nuestra asertividad, y por tanto en nuestra coherencia, es un pequeño paso hacia una sociedad un poquito mejor. Ahí es donde encaja la definición inicial “tener la humildad y el coraje de SER y, al mismo tiempo, DEJAR SER”. Ser asertivo no únicamente por nuestro ego sino simplemente por el bien común. De alguna manera, trascender.
Y tú, ¿en qué situaciones cotidianas no te has comportado de manera asertiva?