Tengoques y deberías: disparadores de la procrastinación

La manera en que te hablas a ti mismo  representa las actitudes y creencias que determinan tu forma de sentir y de actuar

Neil Fiore

A veces me releo, no como síntoma de engreimiento (que también, dirán algunos) sino porque, como siempre he dicho, el blog es mi cuaderno de notas personal. Reedito hoy este viejo artículo que escribí originalmente en 2012 y que creo que sigue teniendo una vigencia tremenda cuando nos referimos al tema de la procrastinación.

Vamos a tratar hoy sobre cómo nos hablamos a nosotros mismos o, lo que es lo mismo, cómo pensamos sobre nuestras tareas. Este hecho puede llegar a tener un peso importante como desencadenador o disparador de la procrastinación.

Nos centraremos en las dos principales autoafirmaciones que solemos usar:

a) “Tengo que”.

Los tengoques son muy habituales en nuestro día a día:

“Tengo que acabar el informe mensual…”

“Tengo que escribir  la entrada semanal del blog…”

“Tengo que hacer la revisión semanal de GTD…”

Los tengoques denotan obligación.

Esta presión que muchas veces nos metemos a nosotros mismos deriva en estrés y, sobre todo, pone de manifiesto que la tarea a la que nos enfrentamos nos resulta desagradable y no queremos afrontarla. Entonces, y como acto de rebeldía, procrastinamos.

Al fin y al cabo, ¿A quién le gustan las imposiciones?

Debemos tratar de cambiar nuestro lenguaje por uno más positivo, un lenguaje de elección y compromiso. Esto nos permitirá enfocarnos hacia un objetivo concreto y sentirnos con el control en lugar de victimas.

Cuando afrontamos la realización de una tarea hay tres factores a considerar: el qué, el cómo y el cuándo, todos ellos críticos desde el punto de vista de la productividad. Si bien, alguno de ellos puede venirnos impuesto, con frecuencia, tenemos potestad de elegir sobre el resto.

En los ejemplos antedichos, puede que no pueda elegir si hacer o no el informe mensual (no hacerlo puede suponer mi despido) pero sí puedo elegir cómo hacerlo, planificarlo  para que su realización sea progresiva y no me pille el toro una vez más, y determinar los plazos (cuándo) en los que estará finalizado y lo entregaré.

En el caso del blog ni siquiera el qué es una imposición. En todo caso escribir un blog es una elección personal y más aún la frecuencia de las entradas, la calidad de las mismas, etc. Si no estoy disfrutando con una tarea que yo mismo me he impuesto es más que posible que deba revisar a otros niveles qué es lo que está ocurriendo con esa actividad y por qué he perdido la motivación que me llevó a iniciarla.

Casi siempre podemos decidir sobre el cómo. Es un gran poder. Incluso Victor Frankl, encerrado en los campos de exterminio llegó a esa conclusión:

Si no está en tus manos cambiar una situación que te produce dolor, siempre podrás escoger la actitud con la que afrontes ese sufrimiento.

No hace falta llegar a una situación tan extrema pero creo que es motivo de reflexión. Toma las riendas de tu vida y asume tu responsabilidad…o las consecuencias de no hacerlo.

El síndrome del saltador de pértiga

Cuando optamos por elegir nuestros desafíos puede darse un fenómeno que podríamos denominar “El síndrome del saltador de pértiga” o “miedo al éxito”. Se trata del tipo de miedo en el que esperas que tu gratificación por haber trabajado duro sea todavía un trabajo más duro.

Estás unos cuantos años entrenando para saltar una altura de x metros. Llega el día de la competición, estás concentrado y en estado de flujo, inicias tu carrera, te elevas sobre el listón y cuando  lo consigues y estas disfrutando de los aplausos del público, te giras y… ¡los jueces ya han subido el listón a los x,10 metros! Sabes que esta vez será imposible.

Este efecto denominado “miedo retrasado al fracaso” actúa también como disparador de la procrastinación. Nos impide ser libres para elegir, nos paraliza. Revísalo porque puede ser previo a los tengoques.

Mientras procrastinas pareces estar “defendiéndote” de esta amenaza. Pero tú y yo sabemos que no es cierto. No consientas que el miedo al futuro arruine tu presente.

b) “Debería”.

Lo debería son la segunda y gran autoafirmación a erradicar. Pueden dirigirse al pasado o al futuro:

“Debería haber archivado mejor el histórico de ventas….”

“Debería haber empezado antes…”

“Debería ser como Andrés…”

“Este país debería ser diferente…”

El problema es que creamos comparaciones negativas entre el presente y ese pasado o futuro sin indicar ni planificar cómo ir de dónde estamos a donde nos gustaría estar. Los debería nos paralizan y crean sensaciones de agobio, victimismo y fracaso.

Si los tengoques están relacionados con el estrés, los debería están relacionados con la depresión.

Para modificarlos, debemos intentar convertir la energía atrapada y la preocupación que generan en un esfuerzo constructivo, preguntándonos a nosotros mismos: ¿Cuál será la próxima ocasión que tendré para ponerme a trabajar en esta meta?

En definitiva, un debería si no se traduce en una meta u objetivo y una planificación para alcanzarlo no tiene sentido alguno salvo el de “recrearnos en nuestra desgracia” y, claro está, procrastinar.

El maestro Stephen Covey lo expresaba muy bien en  “Los siete hábitos de la gente altamente efectiva”. Todas las personas manejamos un círculo de influencia y un círculo de preocupación. Los debería frecuentemente se centran en tu círculo de preocupación. Con esos lo que tienes que hacer es olvidarlos (o ampliar tu círculo de influencia hasta que los abarque). Céntrate en los que caen dentro de tu círculo de influencia y haz lo necesario para transformar el “debería ser” en “es”.

Termino con otra cita de Neil Fiore, psicólogo especialista en temas de procrastinación:

Desarrollar autoafirmaciones alternativas nuevas que impliquen elección, compromiso y la capacidad de decir “no” es un paso esencial para tener un mayor abanico de posibilidades al trabajar en cualquier tarea y al cambiar de procrastinador a persona productiva.”