Personajes improductivos (I): el pesado, el listillo, el inseguro y el quejica

Durante tu vida laboral te vas a encontrar con estos personajes en repetidas ocasiones. Algunos resultan más tóxicos que improductivos. En cualquier caso un ambiente tóxico es el caldo de cultivo ideal para la total ineficiencia laboral.

Conocerlos es la base para vencerlos:

1. El pesado o brasas

El pesado tiene la rara habilidad de pillarte siempre en el peor momento. No suele aparecer en la máquina de café o cuando tienes un rato libre, no. Cuando más liado estés, aparecerá el pesado. Si es de género masculino te hablará de la increíble juerga que se corrió el pasado fin de semana con sus amigotes, si es de género femenino te recomendará un balneario en la costa cuyo circuito, que incluye chocolaterapia, está tirado de precio y es un sueño hecho realidad. Curiosamente el pesado es un ser estacional, así que sus conversaciones irán de novias, bodas, pisos, niños, divorcios, etc. en función de la etapa vital por la que atraviese.

Partiendo de la base de que todas estas cosas te importan un comino, debes diseñar estrategias de huida con anticipación. Si además, el pesado es un superior jerárquico debes tener en cuenta que la socorrida táctica de “poner pies en polvorosa” va a tener excesiva visibilidad. Yo tengo grabada una autollamada al móvil, con voz grabada y todo, para este tipo de situaciones.

Ten en cuenta que el pesado carece de la percepción necesaria para darse cuenta del engaño. Sólo busca una víctima a la que paralizar con su cháchara. En el fondo lo que dice no le interesa ni a él. Huye de uno de los mayores ladrones de tiempo conocidos por la humanidad.

2. El sabelotodo o listillo de los cojones

Si tienes un sabelotodo a tu alrededor cuida muy mucho los comentarios que haces. Si se te ocurre comentar un artículo que leíste en voz alta ¡ya la has jodido! El sabelotodo caerá sobre ti y te soltará una soflama sobre él (o un compañero que tuvo en un trabajo anterior) al que le pasó eso. Da igual lo que sea “eso”. Si hablas de la congelación de las tuberías del transiberiano, el sabelotodo tendrá un conocido que trabajó allí.

El sabelotodo va a decir lo que tenga que decir, pase lo que pase, por lo que la estrategia correcta frente a él es no darle pie. No caigas en un error de principiante frente a un sabelotodo como es discutir con él. Por mucho que domines del tema y te des cuenta de que él no tiene ni idea debes tragarte tu orgullo y seguir a lo tuyo o entrarás es una espiral sin fin.

Conozco casos de gente que ha recurrido a los mails o el whatsapp para comunicarse con su compañero de la mesa de al lado simplemente para zafar de algún sabelotodo en las proximidades. No te confíes, aunque parezca que están trabajando, saltarán como un resorte en cuanto saques cualquier tema.

3. El inseguro o pobrecito

El inseguro es un ser que produce empatía y que despertará en ti, casi seguro, un inevitable sentimiento de ternura. El problema es que si te apiadas de un inseguro puedes acabar haciéndole su trabajo. Un inseguro puede repetir diez veces sin inmutarse la misma pregunta si la respuesta que le estás dando implica que haga algo que le saque de su zona de confort que es, por otro lado, más diminuta que la casa de David el Gnomo.

El inseguro lee varias veces el mismo mail antes de preguntar, pregunta varias veces antes de hacer nada y habitualmente no hace nada ya que entre lecturas y preguntas no le queda tiempo para la parte operativa. Cualquier tema que creías finiquitado resucitará a la más mínima duda para tu desesperación y su “deleite”. Prepárate a vivir tu particular día de la marmota.

Un inseguro es incapaz de comunicar, no ya malas noticias, sino cualquier tipo de límites o términos y condiciones de un servicio. Como el proceso de maduración humana suele llevar toda una vida, te aconsejo que lo cambies de área (o cambies tú) ya que intentar cambiar su carácter suele resultar infructuoso.

4. El quejica o pitufo gruñón

Una especie sumamente peligrosa que suele venir con una nube negra sobre su cabeza. Se pasa todo el día quejándose de lo mal que funciona todo. Tiene una nula capacidad autocrítica. Tras un par de conversaciones con ellos acabas sintiendo que debe estarse mejor en el frente afgano que en tu trabajo.

El quejica produce un ambiente tóxico sobre todo si encuentra “víctimas” que se unan a la fiesta del lamento y el quebranto continuo. Habitualmente no faltan candidatos. Si mezclamos quejas y envidias tenemos el hábitat natural para el rencor, que puede llegar a producir diferencias irreconciliables entre los antaño compañeros.

El quejica jamás propone soluciones, sólo escucharás quejas. Suele ser victimista y, para combatirle, no queda más remedio que ponerle en evidencia exigiéndole sugerencias de mejora y participación en la implementación de las mismas. Lo normal es que rehuya el reto o que, mientras se ocupa de la mejoras, al menos, esté callado.