Dos maneras productivas de procrastinar

El que no sabe qué cosas atender, y de cuáles hacer caso omiso, tiende a lo que no tiene importancia y hace caso omiso de lo esencial.

Buda

No siempre dejar algo para más tarde (procrastinar) es negativo. De hecho, procrastinar voluntariamente (o, si lo prefieres, “incubar” o “hibernar”) puede llevar a evitar consecuencias indeseadas. Tiene que ver, sin duda, con la capacidad de autocontrol, de no ceder a los deseos inmediatos o vencer las resistencias que surgen inconscientemente.

Dos situaciones interesantes:

1) Aprende a diferir tus compras.

Vivimos en una sociedad consumista, excesivamente consumista; y, aunque tú estés un poco de vuelta de todo esto, seguro que tienes algún punto débil: una temática o afición a las que te resulta complicado resistirte.

Mi consejo: antes de comprar cualquier cosa, anótalo y déjalo ahí un tiempo; de una semana a un mes. Esto aplica a cualquier cosa: un libro, ropa, gadgets electrónicos, etc. Ya tienes una nueva lista: “Compras”.

Por ejemplo, si somos aficionados a la lectura, como es mi caso, solemos acabar comprando muchos más libros de los que leemos. El hecho de no actuar en caliente, nos va a ahorrar dinero y nos va a evitar tener una tarea pendiente (leer el libro) que no deja de implicar un cierto grado de agobio.

Esta sencilla acción nos da un poco más de perspectiva y ayuda a aclarar si la necesidad es genuina o se trata de un simple capricho.

Por cierto, si detectas muchos artículos del tipo que sea que han sido adquiridos de esta manera regálalos, dónalos o tíralos a la basura. Recuerda ese principio de la productividad personal que indica que todo eso no es más que basura y fuente de estrés para nuestra mente ya que, aun inconscientemente, está ocupada por todos estos “temas `pendientes”; adicionalmente tus armarios, estanterías y cajones también te lo agradecerán.

2) Aprende a hacer limpieza.

Al hilo de qué hacer con todo lo que te sobra,  voy con un sencillo método que puede ayudar a librarte de cosas, algo a lo que, en principio, puede que no estés muy dispuesto. Hay gente que roza casi en el Diógenes y a la que le cuesta un mundo deshacerse de cualquier cosa, sea un objeto o un documento de trabajo.

Es sencillo: consigue una caja, mete ahí los objetos que te resistes a tirar, ciérrala y ponle una fecha. No le pongas nada que describa lo que contiene. Si dentro de un año no has abierto esta caja, tírala a la basura directamente, sin abrirla.

Este método tiene un par de ventajas: por un lado nos dolerá menos librarnos de la caja ya que nos habremos olvidado de su contenido y, por otro, el plazo de un año es más que suficiente para demostrarte que no has echado en falta el contenido (como ya sospechabas, reconócelo,  en el momento de la limpieza inicial).

No te cortes y aplica este método a tus archivos digitales, a tus carpetas o .pst de correo en las que almacenas miles de mails, correos o documentos que:

a) No consultas nunca.

b) Convierten tu sistema de archivado en ineficiente.

Crea un directorio o carpeta, nómbralo únicamente con la fecha del día y mete un recordatorio para su revisión dentro de un año. Si no lo has usado en ese periodo, no te cortes en darle al borrar.

Recuerda que un sistema de archivado eficiente es aquel en el que puedes encontrar lo que buscas en menos de dos minutos. No confundas un sistema de archivado con un mero contenedor.

Dos sencillas acciones que optimizarán tu productividad personal, simplificarán tu vida y mejorarán incluso tu cartera; en cualquier caso, harán que te sientas mejor.

En ambos casos, lo que subyace es, en mi opinión, ese principio de la productividad personal que dice que es necesario disponer de tiempo para pensar y el lógico corolario: “si no disponemos de tiempo para pensar, es nuestra responsabilidad crearlo”.

Artículo originalmente publicado en El Canasto

Imagen | Consumismo