Hablamos de “Little Miss Sunshine”

De vez en cuando te encuentras con alguna película que resulta interesante más allá de lo puramente cinematográfico. Este es el caso de “Little Miss Sunshine” una película que abandera la necesidad de la diferencia, algo que en el fondo es el espíritu de “Marca la diferencia”.

Disfruto bastante con las películas de personajes o de tramas y me aburren las que se centran en movimientos de cámara para mostrar lo geniales que son sus directores (no digamos ya las de explosiones y efectos especiales, con contadísimas excepciones). “Little Miss Sunshine” es una de las de personajes.

Estos son un conjunto de inadaptados sociales, de bichos raros peleados permanentemente con una sociedad (la estadounidense o, lo que es lo mismo, la nuestra) que no los admite…¿ni falta que hace?

Especialmente interesante me resultó el padre de familia (Greg Kinnear), un tipo que ha descubierto un método de autoyuda (“los nueve pasos”) y que está punto de que le publiquen el libro que sacará a la familia de sus apuros. Su obsesión por ser un triunfador (y porque todos lo sean) representa una crítica feroz a los libros de autoyuda. Especialmente patética es la escena del helado con su hija en una cafetería.

No obstante, su arco de transformación durante la historia le llevará a aprender a convivir con su evidente fracaso (expresado en sus propios términos) y a valorar otras cosas.

Los otros personajes tampoco tienen desperdicio: un abuelo heroinómano que apura los últimos coletazos de la vida cual adolescente en celo, un tío suicida y experto en Proust (otro “fracasado” en vida), un adolescente nihilista que se niega a hablar con nadie a no ser mediante una libreta, el ya citado padre de familia y una madre que hace de pegamento entre toda esta tropa con excesiva permisividad pero indudable buen corazón.

El cuadro lo completa una rechoncha pero encantadora niña que, de rebote, tiene la posibilidad de presentarse al certamen de belleza de Miss Little Sunshine en California, el sueño de su vida, por poca dotada que esté objetivamente (ojo con quién fija los patrones de objetividad) para estos menesteres.

En definitiva, un soplo de aire fresco y una crítica feroz de una parte de América (la película es yankee) a esa otra América de postal que todos conocemos y que tanto se han esforzado en imponernos social y culturalmente (a nosotros y a medio mundo).

La película, sin ser para nada una obra maestra, es entretenida y además plantea preguntas interesantes a quien quiera recogerlas. Un buen plan al que dedicarle dos horas en tu sistema GTD, que no todo es “producir”.