Los hábitos no lo son todo

Nada es verdad, nada es mentira, todo es según el color del cristal con que se mira«

Ramón de Campoamor

 

Resulta que llevo cinco años dando el coñazo con la importancia de adquirir hábitos y predicando que éstos pueden cambiar nuestra vida y, hoy, de repente, suelto esto de “los hábitos no lo son todo” y me quedo tan tranquilo.

Pues sí. Si bien es cierto que adquirir un hábito cuesta unos treinta días, no es menos cierto que muchos de los hábitos que adquirimos no quedan permanentemente fijados y, tras un tiempo, los perdemos. Ya sabéis, vuelta la burra al trigo.

¿Por qué?

Estaba leyendo un post de Ángel Alegre donde lo explica bastante bien: “El sorprendente motivo por el que no consigues lo que te propones”. El resumen es que para que un hábito sea duradero debe haber detrás de él una creencia que lo soporte. Y no vale con cualquier creencia, sino que debe ser tu creencia (él denomina Modelo de la realidad al conjunto de creencias que posees).

El efecto aspirina

Muchísimos excelentes oradores motivacionales, por ejemplo, Emilio Duró o Robin Sharma producen cuando les escuchamos un efecto aspirina. Les oímos, incluso ponemos en práctica algunos de sus “trucos”, y aun comprobando que funcionan, volvemos al poco a nuestras viejas rutinas.

Su poder reside, en el mejor de los casos, en hacernos creer; nuestras creencias cambian temporalmente. Pero tras un periodo de efervescencia, acabamos  volviendo al punto de inicio.

En general, somos malos conversos. Hasta hubo que crear una Inquisición y ni por esas…

También existe un problema de fijación con los “malos hábitos”. En mi caso, que creo que será el de bastantes otros, hay dos muy concretos: fumar y no hacer deporte.

Por épocas largas he dejado totalmente de fumar y he hecho deporte regularmente pero aquí estoy hoy, fumando y cogiendo peso de nuevo. Y todo porque no he cambiado realmente mis creencias, esos pensamientos de base que me impiden ver fumar como algo realmente nocivo o hacer deporte como algo por encima de otras de mis “necesidades” que lo relegan a un segundo plano.

De igual modo, no aspires a ser productivo únicamente implementando los hábitos de GTD. Necesitas un mayor soporte o en cualquier momento se te hunde el chiringuito. Necesitas creer.

Creencias y valores.

Las creencias se fijan muy temprano principalmente por dos vías: la sociedad en que vivimos (incluyo aquí la familia y los amigos) y la educación (incluyo aquí el colegio, instituto, universidad…).

Casi podríamos decir  que los de una misma generación salimos con un pack de creencias estándar.

El resto las adquirimos normalmente por experiencia. Por eso es bastante más probable que salga un emprendedor de alguien con unos padres autónomos que de alguien cuyo padre es un asalariado y cuya madre es un ama de casa. Solemos emplear la expresión “lo ha mamado en casa”.

Los valores son más complejos y me atrevería a decir que son culturales (evidentemente también lo son sociales). Los valores verifican las creencias. En caso contrario pueden hacer que una creencia no se fije y, naturalmente, todos los hábitos asociados con la misma caigan como un castillo de naipes.

Por ejemplo, pongamos que tu empresa atraviesa un periodo de transformación. Básicamente puedes adoptar dos actitudes: aprovechar el cambio para mejorar tu empresa o hacerlo para mejorar tu posición en la empresa. La diferencia entre una y otra opción la marcan tus valores.

Los valores no son ni buenos ni malos, lo que empieza a tener ese cariz es la interpretación que hacemos de ellos (aquí entraría la ética y la religión) y, sobre todo, las acciones que se derivan de nuestra interpretación.

La enseñanza.

Es muy importante que se enseñe a aprender y no se adoctrine. Adoctrinar es indicarte cuales son los valores buenos y los malos, cuales son las creencias que debes tener y, en muchas ocasiones, cómo debes comportarte. Entre esto y programar no hay mucha diferencia. Y enseñar no debe ser programar.

¿Cómo modificamos nuestras creencias?

Esto, amigos, es lo difícil. Yo he fracasado como ya he dicho unas cuantas veces pero otras no. Por ejemplo, cuando era un niño (hasta los 18) obtenía unas excelentes calificaciones. Medias de sobresaliente y matrícula de honor en BUP y COU. La creme de la creme. La búsqueda de la perfección en la que había sido educado me producía una cierta angustia ya que, os informo, la perfección es inalcanzable y, como tal, una mala meta.

Jugando a deportes individuales, en mi caso el ajedrez pero podría haber sido el tenis,  es cuando me di cuenta de lo absurdo que es buscar la perfección o ser el mejor. Siempre, SIEMPRE, hay otro mejor que tú. Claro el drama viene cuando descubres que no solo hay otro sino que son cientos, miles, los que son mejores que tú. Y tarde o temprano eso llega, amigos. Yo tuve la suerte de descubrirlo pronto y en un ambiente “lúdico” y por eso recomiendo que se practiquen actividades individuales donde no hay un equipo en el que “esconderte”.

Por lo tanto, en mi caso el cambio de creencias y el reflejo en un cambio en mi vida, se dio por un shock, un baño de realidad pero se dio en un «juego de ensayo» en un escenario inofensivo. En otros casos descubrimos de manera más dolorosa que creencias como «los pisos siempre suben» o «mi trabajo es indefinido» no están tan grabadas en piedra como algunos nos dijeron. El precio que han pagado algunos es demasiado alto.

Mucha gente dice que viajar, estudiar, conocer nuevas personas y culturas son las vías ideales para cambiar tus creencias.

Yo creo que hay que matizar: conocer nuevas personas que no te aportan nada, no te va a producir ningún beneficio, hay que seleccionar el tipo de personas que quieres conocer y los ambientes que vas a frecuentar. Si te interesa la filosofía no vayas a Mujeres, hombres y viceversa.

Viajar es un poco lo mismo. Si no preparas tus viajes, lees, te informas, etc. por mucho que viajes no va a ser algo diferente a una visita al zoológico. Estoy harto de mis compatriotas que me encuentro por ahí y solo se quejan de la comida, de los horarios, de que nadie habla español… ¡joder que banda! ¿Si lo que buscas es lo que tienes en España, no es más lógico quedarte ahí y dejar de dar el coñazo?

Estudiar, o más ampliamente leer, es un camino. Es un primer paso pero lo verdaderamente importante es convertir ese conocimiento en acción.

Y aquí es donde entra la tan denostada frase de “salir de tu zona de confort”. Tus creencias son tu zona de confort. El núcleo duro. Salir de ellas, aunque sea para experimentar, es jodido. Pica, e incluso a veces, duele.

No obstante, en mi opinión, no queda otra. Los saltos de fe no son lo mio. Hay que vivir el cambio para sumarse a él pero es un poco como lo de la gallina o el huevo, ¿qué fue primero?