Mejor poco y frecuente que mucho y de golpe

Lo bueno, si breve, dos veces bueno

Refrán popular

Durante buena parte de mi vida sobreviví, académicamente hablando, a fuerza de empolladas a última hora y “vomitar” lo memorizado en el examen. A pesar de que no me fue mal, con el tiempo,  me he dado cuenta de eso no tenía  ningún sentido porque, básicamente, no aprendes nada de nada y se supone que aprender debería ser al menos uno de los objetivos de ir a la escuela, instituto o universidad.

Estos comportamientos (sé que no estoy solo en esto) son puramente procrastinadores ya que sólo somos capaces de actuar y vencer nuestras resistencias cuando el castigo potencial, léase suspender en el examen, pasa de ser algo hipotético a algo real y amenazante. Y casi es peor que todo salga bien porque refuerza un comportamiento improductivo y dañino y nos proporciona carta blanca para ese autoengaño tan flagrante del que muchas veces nos jactamos diciendo “yo es que sólo rindo bien bajo presión”.

¿Cómo resolver este tema?

La solución teórica es sencilla y no es otra que la que nos decían nuestros  “queridos” profesores: estudia todos los días. Y yo añadiría algo que es muy importante: aunque sea un poquito.

El matiz es fundamental porque, la brevedad, es lo que nos permite iniciar esa tarea a la que nos veníamos resistiendo. Ponerte como meta estudiar 5 minutos o escribir 5 líneas de un artículo es lo que va a permitir que te pongas manos a la obra y no te sientas abrumado por la tarea. Muy posiblemente, al final, acabes dedicando más de esos cinco minutos una vez rota la resistencia inicial.

Aparte, esa dedicación breve y el trabajo en ciclos tienen un par de ventajas importantes:

1) Te permite establecer conexiones y abrir paso a la creatividad, al dejar un “periodo de madurez”, entre ciclo breve y ciclo breve.

Por ejemplo, si tienes que escribir un artículo o un informe, en los cinco primeros minutos puedes hacer un esquema que se irá ampliando sucesivamente en periodos igualmente breves. Esta labor hará que los contenidos del mismo estén mucho mejor estructurados, las conexiones entre los mismos sean mucho más interesantes y, en definitiva, la calidad del producto final sea mucho mayor.

En el caso de estudiar, conseguirás verdaderamente saber de una materia, más allá de tener un título (ay, la titulitis del demonio) que diga que sabes.

2) Te permite vencer el perfeccionismo insano. Yo soy un perfeccionista en vías de curación. No es malo ser perfeccionista lo malo es aspirar a la perfección a la primera. Eso es algo que paraliza y sólo produce estrés.

Nadie ha escrito el guión, la novela o el email de su vida a la primera. Y si hay alguno,  será siempre la excepción que confirme la regla.

Por lo tanto, esfuérzate en arrancar y hacer un poquito de algo cada día.

Creo que no es necesario aclarar que lo anterior aplica a  todo tipo de proyectos pero resulta imprescindible para los proyectos de tipo recurrente. Por ejemplo, si quieres aprender un idioma, no pretenderás hacerlo de golpe ¿no? Si lo planteas de este modo, podrás, como mucho, aprobar el examen de un idioma (y llegados a un cierto nivel, ni siquiera eso) pero serás incapaz de balbucear nada cuando estés de viaje en el país de origen.

Una última cosa. Esta filosofía funciona sensacionalmente bien en la adquisición de hábitos donde, inicialmente, es más importante adquirir el hábito en sí que la labor que se realiza mediante ese hábito.

Por ejemplo, estoy tratando de adquirir el hábito de escribir un diario. Pues bien, lo que inicialmente me he planteado es levantarme lo suficientemente pronto como para escribir un par de líneas. Sucesivamente, voy ampliando la extensión de lo que escribo y, por tanto, el tiempo que necesito madrugar. Y funciona. Estoy seguro de que si desde un primer momento me hubiera fijado el objetivo de levantarme una hora antes para escribir tres páginas, habría fracasado.

Si sigo en esa buena línea ya habrá tiempo de hacer lo que quiero hacer una vez que haya conseguido automatizar el disparador y fijar el hábito.

Por lo tanto, objetivos sencillos que puedan ser conseguidos en intervalos cortos de dedicación y revisión o renovación  frecuente de los mismos, para que nos permita avanzar sin sentirnos abrumados por la inmensidad de una tarea.

Además, y como la sabiduría popular está ahí por algo, cierro la entrada completando el refrán con el que abría la misma:

Lo bueno, si breve, dos veces bueno ; y aún lo malo, si poco, no tan malo

Imagen | Sand clock