Pomodoro: Tomatazos contra mi falta de concentración

La semana pasada he estado en casa descansando. Este año ya he consumido el presupuesto de viajes y tenía por delante nueve días de “tranquilidad”. Como siempre, la lectura ha sido una de mis ocupaciones preferidas y también he aprovechado para hacer algunas chapucillas pendientes que tenía en casa dentro de mi total incompetencia para estos menesteres.

El problema (al menos para mí lo ha sido) es que tenía “demasiado tiempo libre”. Bueno, esto no debería ser un problema en sí mismo salvo que me hubiera fijado el objetivo  de “estudiar“ durante esos días como así sucedió. El primer error posiblemente fue ese: fijarme un objetivo difuso y nada concreto.

El caso es que durante los primeros días me sentaba frente al ordenador y se me iban las horas navegando de aquí para allá, consultando mi lector de feeds, leyendo artículos de los temas más peregrinos o bajando a tomar un café, en definitiva: procrastinando.

El principal problema de las procrastinación es la frustración que produce. Llega el final del día y me siento verdaderamente culpable y no puedo evitar flagelarme sin piedad. Es curioso cómo funciona nuestra psique porque, a pesar de lo anterior, al día siguiente se repetía el proceso aumentando aún más mi sentimiento de culpa.

Necesitaba algo que me hiciese sentarme y ponerme a estudiar. Un disparador. Y recurrí a una vieja técnica de la que me habían hablado en un curso de productividad: la técnica Pomodoro.

Pomodoro (que significa tomate en italiano) es una técnica inventada allá por los 80 por Francesco Cirillo que establece unos intervalos “óptimos” para abordar el estudio de cualquier materia. En concreto, Pomodoro dice que los intervalos óptimos son:

1. Estudiar durante un tramo de 25 minutos.

2. Descansar durante 5 minutos.

3. Estudiar durante un tramo de 25 minutos.

4. Descansar durante 5 minutos.

5. Estudiar durante un tramo de 25 minutos.

6. Descansar durante 5 minutos.

7. Estudiar durante un tramo de 25 minutos.

8. Descansar durante 15-30 minutos.

O lo que es lo mismo tres ciclos de 30 minutos (25 de actividad y 5 de descanso) y un descanso mayor tras el cuarto ciclo de actividad.

Para ayudarse con estos intervalos, el amigo Francesco utilizó un temporizador de cocina de esos que giras e inician una cuenta atrás hasta llegar a cero. Como el temporizador que utilizó Francesco tenía forma de tomate de ahí derivó el nombre de Pomodoro. El resto, como se suele decir, es historia.

El caso es que la técnica funciona. Al menos a mi me ha solucionado el problema. Curiosamente en el curso que os comentaba nos regalaron un temporizador con forma de tomate como recuerdo gracioso. Sintiéndome un tanto ridículo rescaté el tomate, lo giré y me puse a estudiar.

Conseguí “exprimir” tres pomodoros del tirón y me fui un poco más satisfecho a la cama.

Al día siguiente invertí un par de pomodoros en profundizar un poco sobre esta técnica. En la página Pomodoro Technique podéis encontrar diversos materiales, entre ellos un ebook que describe un poco más en profundidad el asunto. Los puntos principales y más interesantes a resaltar que he encontrado son:

1.  El hecho usar un elemento físico (el temporizador) es importante. Francesco sostiene la importancia a nivel de ritual, es decir, la asociación del gesto de girar el temporizador con la acción de estudiar va formando un hábito que se automatiza con el tiempo.

2. Es recomendable tener a la vista el tiempo transcurrido del pomodoro.

3. Estimar las acciones a realizar en unidades de 25 minutos o “pomodoros” nos falicita el planning a la hora de afrontar nuestras acciones del día.

4. Un pomodoro es sagrado. Por nada del mundo debemos interrumpir los 25 minutos del pomodoro. Si algo o alguien nos interrumpe, lo anotamos en algún sitio y continuamos con nuestro pomodoro hasta finalizarlo.

Experimentando sobre el terreno, en mi caso concreto, me molestaba el tic tac del temporizador. El caso es que hoy en día es muy fácil sustituir el temporizador por un teléfono móvil (casi todos tienen unas alarmas de tipo “cuenta atrás”) o por alguna de los cientos de aplicaciones basadas en Pomodoro que puedes encontrar por Internet.

En mi caso estoy probando con Focus Booster que me he descargado e instalado en el PC de casa. Focus Booster tiene también una variante que se ejecuta desde el propio navegador pero, como me conozco, prefiero la variante que se instala en el PC porque tener el navegador abierto y pretender estudiar no son excesivamente compatibles para mí.

Focus Booster viene ya configurada con los intervalos de tiempo propuestos por Francesco Cirillo y se puede mantener en primer plano como se aconseja en el punto 2 (aunque esto es configurable y también puede ser minimizada sin problemas).

Quizás el único defecto es que un software no es algo tan físico como girar un reloj de cocina por lo que el hábito es más costoso de adquirir y/o más difuso de visualizar.

Al hilo de esto último, os aconsejo que leáis un sencillo artículo de Jero Sanchez titulado “La técnica “palomitas de maíz” para vencer la procrastinación”. Me quedo con la idea de Jero de establecer un disparador para nuestra concentración pero, sobre todo, me gusta la idea que da uno de los comentaristas del artículo de tratar de iniciar el estudio mientras escuchamos nuestra canción favorita o mientras tomamos una taza de té. Empezamos el estudio mientras dure eso y si al finalizar no deseamos seguir lo dejamos.

Tengo que probar esto último pero me da la sensación que el hecho de anclar estudio a un hecho concreto puede establecer un hábito poderoso y hacer que ese autocompromiso de continuar se dé un porcentaje muy alto de las veces.

Por último, decir que Francesco habla de una lista de acciones diarias, de irlas tachando, de cómo controlar las interrupciones, etc. La técnica Pomodoro va un poco más allá de lo descrito pero para mi esos menesteres quedan mucho mejor cubiertos por GTD.

No obstante considero muy interesante integrar Pomodoro con GTD a la hora de realizar nuestras “rocas del día”, es decir, esas tareas importantes que no podemos diferir y que debemos llevar a cabo de la manera más eficiente posible.