Tu mente influye sobre tu cuerpo y tu cuerpo influye sobre tu mente

Cada vez existen más evidencias de que nuestro lenguaje corporal, lo que comunicamos sin abrir la boquita, influye decisivamente en lo que piensan los demás de nosotros. De hecho, lo que de toda la vida hemos llamado “primera impresión”, se basa en esto y es una impresión que se graba en los primeros segundos de conocer a una persona y produce un juicio sobre la misma que luego va a ser difícil de variar, incluso es posible que no tengamos la oportunidad de hacerlo.

El lenguaje corporal es un tipo de interacción y, por lo tanto, de comunicación. Nuestro cuerpo habla y esa primera impresión pueden tener consecuencias muy importantes, por ejemplo, en una entrevista de trabajo, una cita o cuándo  negociamos una compra de cualquier tipo.

Nuestra mente, cómo pensamos, determina cómo nos movemos, cómo nos expresamos corporalmente. Por suerte o por desgracia yo estudié en colegios masculinos hasta los dieciocho años. Y sé de buena fuente que a los que estudiábamos en “colegios de curas” cuando estábamos enfrente de las chicas, se nos notaba. Experiencias similares he tenido, por ejemplo, cuando jugaba al ajedrez. Antes de iniciar una partida de competición (y al finalizar) se da la mano al contrincante y resultaba inevitable hacer un juicio en función del tipo de apretón de manos de turno.

Dejando a un lado mis experiencias personales, el hecho es que numerosos estudios hechos con primates concluyen que existen posturas de poder y de dominio y otras que son opuestas a éstas. En general, las posturas expansivas como poner los brazos en jarra, o levantarlos en señal de victoria, son posturas de poder. Por el contrario, hacernos cada vez más pequeños, bajar la cabeza, cruzar los brazos o tocarnos el cuello, son posturas de sumisión, de sentirnos dominados o inferiores.

Buscando evidencias científicas y analizando los niveles hormonales de los machos alpha en primates (ya siento la discriminación de género de “macho” alpha pero es lo que hay), se llega a dos conclusiones puramente químicas:

  • Los líderes de la manada tienen más altos sus niveles de testosterona.
  • Los líderes de la manada tienen más bajos sus niveles de cortisol.

Si la primera conclusión (la de la testosterona) no sorprende demasiado, sí que resulta más sorprendente la del cortisol. El cortisol de denomina “la hormona del estrés”. Esto nos lleva a que no sorprende demasiado que un macho alpha sea más resistente al estrés, es decir, es poderoso y lidia  bien con los problemas que se le presentan, sin perder el control. Como decían los chicos de Pirelli, la potencia sin control no sirve de nada.

Asumiendo como cierto lo anterior, surge una pregunta muy interesante: vale, nos creemos que lo que los demás piensan de nosotros puede verse influido por nuestro lenguaje corporal pero, ¿lo que nosotros pensamos de nosotros mismos puede verse influido por nuestro propio lenguaje corporal?

De todo esto es de lo que habla Amy Cuddy en su excelente ponencia TED que comparto a continuación:

Amy es una psicóloga social de la escuela de negocios de Harvard y su ponencia, aparte de excelente desde el punto de vista de cómo hacer una presentación, me resulta muy interesante.

El lenguaje corporal es el gran olvidado cuando preparamos algo: una ponencia, una charla o simplemente una pregunta o dar una opinión ante un grupo o incluso ante nuestros amigos o pareja. Desde ese punto de vista, me parece muy interesante la técnica de las posturas de poder que describe Amy en el vídeo: 2 minutos de posturas de poder pueden disparar tus niveles hormonales (+20% de testosterona y – 10% de cortisol en su experimento) y cambiar el cómo te ves tú mismo ante una situación concreta y, por supuesto, cómo te ven los demás.

Todo esto me encaja no sólo en los temas de comunicación sino también en cómo adquirimos y fijamos un hábito, cuando Amy dice: no lo finjas hasta hacerlo, fíngelo hasta serlo.

En muchísimas ocasiones, las mayores limitaciones nos las ponemos nosotros mismos. Esto no quiere decir que simplemente pensando que voy a conseguir algo lo consiga pero, lo que sí es cierto, es que si piensas que no vas a conseguir algo, no lo conseguirás.

Por lo tanto, se trata de potenciar un poco nuestro optimismo y autoconfianza, de invertir un lenguaje interior basado en lo negativo en otro que busque el: yo puedo. Como dijo alguien:

El optimista encuentra una respuesta para cada problema. El pesimista ve un problema en cada respuesta

Imagen | Laura Trott