Productividad personal y planificación financiera

“
Un trabajador que depende del Gobierno para su retiro será más obediente y servil ante ese Gobierno”
Otto von Bismarck
La educación financiera es algo tan necesario como olvidado. Quizás porque interesa que esté olvidada como sugería von Bismarck en la cita de arriba.
Libros como “Padre rico, padre pobre” o “El hombre más rico de Babilonia” ayudan pero no son suficientes. De todos modos, recomiendo leerlos. El primero nos enseñó que una casa puede no ser un activo sino un pasivo, algo que quizás en España debimos aprender hace tiempo, antes de que la burbuja inmobiliaria nos explotase entre las manos. El segundo nos enseñó que el ahorro es algo imprescindible para lograr el bienestar económico. Ambos nos enseñaron el concepto de libertad financiera, la importancia de no depender de las deudas y escapar de nuestra particular “carrera de ratas”.
Lo que GTD nos enseña es cómo tratar un área de responsabilidad (o área de ocasión) y yo tengo una muy clara entre las mías, la que llamo “Finanzas”. Gestionar dinero (da igual lo poco o mucho que tengamos, lo importante es gestionarlo bien) es toda una habilidad necesaria en esta sociedad moderna. Y para ello, nada mejor que tratar este apartado como un área de responsabilidad con sus objetivos, proyectos, acciones, etc. No olvidemos que el dinero es una herramienta, un medio de conseguir otras cosas, pero, por su importancia e implicaciones, creo que podemos darle la categoría de área de responsabilidad.
Curiosamente me he encontrado con el muy aconsejado, al menos en determinados foros económicos, libro “Educación financiera avanzada partiendo de cero” de Gregorio Hernández. Y tras leerlo, lo he empezado a releer, algo bastante insólito en mí, que me sucede con realmente pocos libros. De aconsejado ha pasado, inmediatamente, a aconsejable.
Curiosamente, Gregorio nos propone la “planificación financiera” como base de nuestra mejora de vida. Lo primero que propone es pensar en qué queremos hacer con nuestra vida y cómo queremos que esta sea. Sin duda, esta propuesta se corresponde con el nivel más alto de GTD: la visión.
A continuación, nos propone que fijemos nuestros objetivos a largo plazo. Naturalmente, estos objetivos, de conseguirse, contribuirán decisivamente a alcanzar esa visión. El término largo plazo, financieramente hablando puede ser diferente para cada persona (10, 20 o 40 años) en función del momento y circunstancias en que comience a planificarse financieramente.
En este punto, el amigo Gregorio dice, muy acertadamente en mi opinión: “Los planes nunca se cumplen exactamente, y hay que rehacerlos periódicamente, a medida que se van consiguiendo unos objetivos y otros pierden la importancia que tenían en el pasado. Pero no importa, los planes aunque no se cumplan a rajatabla son muy útiles y ayudan a mejorar mucho más y mucho más rápido que si no se tiene ningún plan”. Sin duda toda una declaración de intenciones y, para mí, un enunciado informal de que son necesarios los proyectos y las revisiones periódicas (en GTD).
A continuación, debemos definir nuestros objetivos de corto y medio plazo. Estos objetivos son “las etapas o puntos intermedios por los que hay que pasar para conseguir nuestros objetivos a largo plazo”. En planificación financiera, por cada objetivo de largo plazo deberían establecerse objetivos de corto y medio plazo. Naturalmente, cuanto más SMART sean estos objetivos mejor (o para nosotros, objetivos AMORES).
Por último, y resumiendo, lo que hace falta es ponerse a trabajar en ello: pasar a la acción. Como bien indica Gregorio, el conocimiento sin acción no produce resultados. Y si alguien destaca como fiel escudera de nuestra planificación financiera, esta es la constancia.
Lo que buscamos no es otra cosa que la independencia financiera, entendida como: llegar a ese punto en que nuestro dinero está a nuestro servicio (y no al revés) y nos permita hacer todas aquellas cosas que realmente queramos hacer.
Como resulta necesario conocer en profundidad la herramienta que vamos a manejar, en el libro se analizan las diversas formas de riqueza:
- Billetes y monedas
- Cuentas corrientes
- Cuentas remuneradas y depósitos a plazo
- Títulos de renta fija
- Inmuebles
- Acciones cotizadas en Bolsa
- Acciones no cotizadas en Bolsa
- Empresas propias
- Objetos de arte
- Numismática y Filatelia
- Coleccionismo
- Metales preciosos
todo ello desde la perspectiva de buscar el mejor activo, teniendo en cuenta que, básicamente, lo que caracteriza a un activo es que proporciona una renta estable (ingresos).
Pocas cosas escapan al análisis de Gregorio y, además, dicho análisis cuenta con una ventaja fundamental: es mucho más cercano que el punto de vista estadounidense de los dos libros que cito al principio, sobre todo el de Robert Kiyosaki. Claro, hablo viviendo yo actualmente en España.
En el libro se realizan comparativas cruzadas entre los diferentes tipos de activos (ojo que no todos lo son: un piso en propiedad puede ser un pasivo y sólo un activo si se alquila), se tratan conceptos fundamentales como la inflación y sus efectos, el IPC, TAEs y TINs, la magia del interés compuesto, la diversificación y un largo etcétera.
Me gusta mucho el capítulo de las deudas y vuelvo a asociarlo con GTD y su enfoque bottom-up, es decir, de abajo hacia arriba. Básicamente, con deudas es imposible ahorrar y el ahorro es imprescindible para la inversión. Sin inversión no hay rentas y sin rentas no hay libertad financiera lo que hace inviable que seamos independientes, que escapemos de nuestra carrera de ratas.
Desde ese punto de vista, Gregorio analiza qué son deudas malas (la mayoría) y deudas buenas (las que asumimos para poder invertir y obtener un beneficio potencial superior a la deuda) sin olvidarse de citar los peligros del apalancamiento, por ejemplo. En cierto modo, es como sacar tiempo de calidad mediante los niveles inferiores de GTD (dinero en este caso) que podamos usar para ocuparnos de los superiores (los de la perspectiva: objetivos a medio-largo plazo y nuestra visión).
También tremendamente acertado, desde mi punto de vista, es el consejo de pensar en nosotros mismos como una empresa. Aquí se introducen conceptos como el balance (activos vs pasivos) y la cuenta de resultados (ingresos vs gastos). Y por supuestos las relaciones entre ambos. Conceptos básicos pero muy importantes como el coste de oportunidad que ya he tratado hace mucho tiempo en el blog en artículos como Regálate tiempo ¡es gratis! también son tratados con detenimiento.
El libro se cierra con un reconocimiento a la importancia de la psicología en relación con la planificación financiera. Muchísimas de las cualidades necesarias, según el autor, coinciden con las de una persona productiva, desde mi punto de vista: paciencia, disciplina, prudencia, sentido común, etc. Y además, como colofón, se ocupa de desmentir una serie de “mitos” (similares a nuestros “ladrones de tiempo”) que nos impiden a ser financieramente productivos.
El libro en cuanto a forma es tremendamente pedagógico y está escrito en un lenguaje muy sencillo, cercano y fácil de entender. Además, hay multitud de ejemplos que ayudan a entender los conceptos expresados.
En definitiva, un libro necesario, especialmente en un país donde todos hemos cometido tremendas irresponsabilidades financieras perpetradas desde el desconocimiento más absoluto. Las consecuencias las estamos viendo a diario: desahucios, dinero desaparecido en preferentes, filesas, rumasas, acciones de Terra y demás. Y peores cosas que pueden venir y que el 90% de las personas ni siquiera concibe (pero que argentinos, o mucho más recientemente chipriotas, no sólo conciben sino que padecen).
Y sí, son cosas que hay que entender. Seguro que hay quien dice que pasa de estos temas pero es que, queramos o no, estamos inmersos en un sistema capitalista que hace que nuestros ahorros, aun creyendo que están seguros en un plazo fijo o una EPSV, estén invertidos en los más diversos (y en ocasiones inmorales) productos financieros. Ya sabes “conoce a tu enemigo” y todos esos rollos.
En el fondo, hablamos de responsabilidad y de libertad, no únicamente financiera, sino de libertad con mayúsculas.