Sintiéndome como Ignatius J. Reilly

“Sólo me relaciono con mis iguales, pero como no tengo iguales no me relaciono con nadie”
Ignatius J. Reilly
Permitidme aconsejaros una novela. Se trata de “La conjura de los necios” de John Kennedy Toole. Un libro que leí hace demasiado y que pide ya una segunda lectura.
El caso es que estas últimas semanas no puedo dejar de sentirme como su personaje principal, el gran Ignatius J. Reilly, un orondo cabronazo en toda regla, peleado contra el mundo. Un tipo a caballo entre Don Quijote y Torrente que no tiene desperdicio.
Hay veces que tengo ganas de eso, de no relacionarme con nadie, al menos desde el punto de vista del trabajo y no hablo necesariamente del mundo profesional.
En las últimas semanas tres personas diferentes me han calificado de “ocioso” porque he hecho parte de sus trabajos, es decir, mi parte y su parte. Algo que me ha hecho pensar…
¿Qué coño pasa por la cabecita de esta gente?
Resulta que las tres personas tienen rasgos comunes. Tienen abiertos muchos frentes diferentes y no son capaces de mantener al día ninguno de ellos. En absolutamente todos estos frentes, llevan retrasos escandalosos de semanas e incluso meses, incluso en las tareas la mar de sencillas. No obstante y siendo lo anterior malo de por sí, el problema está en que ellos se ven a sí mismos como personas altamente eficaces y consideran que, si alguien les echa un cable para “desatascar” (por el bien común, que se dice), es porque éste está poco menos que tocándose los huevos permanentemente.
Y encima, te lo dicen.
Así que, como Ignatius, utilizo el blog para desahogarme (él utilizaba los míticos cuadernos Gran Jefe) y cagarme en lo más barrido.
¿Cómo es posible que una persona lo haga fatal y se crea la última Coca-cola del desierto?
De verdad que no es mi opinión, es algo objetivo y fácilmente demostrable. Simplemente cuando no realizas nunca ninguna (y el uso de términos tan absolutos no es gratuito) de tus tareas planificadas en el plazo acordado…¿no será que falla algo?
Pues parece que no.
Alguna de estas personas está literalmente haciendo a tiempo completo tareas que no sirven para nada. Todas las cosas que hace llevan un retraso de dos meses. No es una exageración. Como todo lleva ese retraso, lo que hace, cuando lo hace, ya no sirve para nada. Y no sólo no se da cuenta sino que te miran por encima del hombro si te ofreces a ayudar o directamente les ayudas. Se permiten juzgar.
Confunden estar ocupados con ser productivos, algo muy de este mi querido país que premia el calentar la silla por encima de la obtención de resultados.
¿Qué hacer?
No lo tengo claro, sinceramente. Estoy un poco cansado de participar en proyectos que no valen para nada. Es lo que más me agota. Pero lo que, literalmente me destruye, son estos comentarios que no puedo evitar que me afecten emocionalmente.
Trato de ser empático, no funciona. Trato de ser objetivo y presentar hechos, tampoco.
Normalmente estas personas son poco amigas de una planificación seria, prefieren o no planificar y vivir en una ilusión permanente de estar “a tope” sin juzgar si sirve para algo lo que hacen o, lo que es peor, maquillar esas planificaciones estándar (llámese Gestión de proyectos, llámese Calidad, llámese una simple acta de reunión) para acabar cumpliendo con todos los “entregables” aunque el proyecto, los objetivos que perseguía, no se cumplan ni en plazo ni en forma.
Y lo peor es que a veces, por mi curro, me toca defender lo indefendible ante un cliente que te pide un caballo y le das una batidora. O peor aún si no hay cliente, cuando hay que hacer autocrítica de lo realizado entre los propios integrantes del grupo de trabajo…demasiado ego sobre la mesa.
Por eso, y quiero acabar en alto, cuando encuentras un persona sincera, autocrítica, comprometida y dispuesta a aprender y, no menos importante, a enseñar…las aguas de abren y me siento como Neo, el elegido.
Y sí, haberlos, haylos, como las meigas, pero se pueden contar con los dedos del pie de Kunta Kinte.
¿Seré yo el que juzga a los demás y les mira por encima del hombro?
¿Es posible intentar ser productivo y no morir en el intento?
De verdad que estoy a un paso de convertirme en eremita. Adaptando lo que dice Richard Boyatzis sobre el liderazgo:
“La productividad personal es, en gran medida, sentido común pero, desafortunadamente, no práctica común”