Team Hoyt

La historia que quiero compartir hoy es muy conocida pero no por eso hace que pierda fuerza ni deje de ser un ejemplo para todos. Es la historia de un padre (Dick Hoyt) y un hijo (Rick Hoyt) que forman el “Equipo Hoyt” («Team Hoyt» en inglés).
Rick tuvo problemas al nacer y, por falta de riego al enredársele el cordón umbilical, vino a este mundo con una parálisis cerebral. Dios reparte cartas a todos pero a unos les toca peor mano que a otros.
Desde ese momento comenzó una lucha titánica por parte de sus padres que, todo hay que decirlo, tuvieron la suerte de vivir en EEUU lo que permitió que desde los doce años Rick fuera capaz de aprender a usar una computadora especial para comunicarse. Es así como descubrieron su sentido del humor y su pasión por el deporte.
Rick y su padre Dick empezaron a participar en carreras en 1977 (Rick nació en 1962). Desde entonces han sido muchas las carreras en que ambos han participado. Rick se graduó incluso en la Universidad de Boston (1993). Creo que ninguno imaginó nada de esto cuando a los ocho meses los doctores dijeron a los padres de Rick que su hijo era un vegetal y debía morir.
Antes de seguir, quiero que los veáis. No hay trampa ni cartón. Es su vida. Es lo que han elegido:
Viendo estas imágenes me vienen muchas cosas a la cabeza. La importancia de una sonrisa, por ejemplo. Así es como descubrieron que tras ese cuerpo anquilosado habría una inteligencia, una persona atrapada. Estoy seguro que esa sonrisa es la gasolina de su padre Dick para arrastrar esa barcaza, para llevar a su hijo en el manillar de su bicicleta y para empujar como un loco ese carro mientras completan una de las pruebas más duras como es el triatlón. Y no han corrido uno, han corrido más de doscientos, más de novecientas pruebas en total.
Leyendo un poco sobre sus hazañas veo junto a su grandeza la ruindad que nos caracteriza como seres humanos. Gente que se apartaba de ellos en las carreras como si fueran apestados o gente que se levantaba en los restaurantes cuando Rick no podía controlar su boca y la comida se desparrama por su camisa.
Una vez un periodista preguntó a Dick, el padre, por qué competían si siempre llegaban los últimos. Él se le quedó mirando y le contestó: “¿Últimos? Se equivoca. Mi hijo llega el primero y yo el segundo.” Imaginaos la cara del periodista que, evidentemente, muy “avispao” no debía ser.
Hoy en día ya han dejado de correr porque Dick es “mayor” y el cuerpo ya no aguanta (ya era “mayor” cuando tuvo que aprender a nadar y a andar en bici, algo que no hacía desde niño). Ambos tienen una fundación “Team Hoyt” y se dedican a dar charlas motivacionales y a derrumbar barreras para que la vida no sea tan jodida para aquellas que tienen un problema similar al suyo y vienen tras ellos.
Lo más curioso de la historia es que mientras corrían una prueba Dick, el padre, sufrió un infarto leve. Cuando le miraron los médicos descubrieron una obstrucción muy importante en una arteria y le dijeron que si no fuera por su excelente estado de forma hubiese muerto muchos años antes.
Supongo, que en ese momento Dick miró a su hijo y ambos sonrieron, una vez más.