Una docena de retos para ampliar tu zona de confort

«Sólo una persona mediocre está siempre en su mejor momento«
William Somerset Maugham
En productividad, y en general en cualquier área de desarrollo personal, se habla del concepto de zona de confort. Quiero compartir un excelente video sobre esto que describe, mucho mejor que cualquier palabra, lo que es nuestra zona de confort y la importancia de ampliarla.
Ampliar nuestra zona de confort no es algo fácil. Quiero compartir con vosotros una docena de “mini-retos anticomodidad” para estirar nuestra zona de confort. Pequeños retos, fácilmente alcanzables, que podrían disparar nuestra motivación para atrevernos con retos mayores:
1. Cambia tu itinerario para ir al trabajo
Somos bastante cuadriculados y tendemos a ir y volver a nuestro destino exactamente por el mismo lado de la acera, a coger el autobús a la misma hora, a sentarnos exactamente en la misma silla…
Haz un esfuerzo en variar estas rutinas. No busques la efectividad o rapidez. Busca la diferencia, la diferencia consciente y evita, sobre todo, la comodidad.
2. Prueba un plato diferente
No te comportes como los más pequeños que dicen “esto no me gusta” sin ni siquiera haberlo probado. Vete a un restaurante chino, indio, argentino, etc… y prueba algo diferente. O vete al sitio de siempre y pregunta al camarero y déjate llevar.
No quieras tenerlo todo controlado. El control es aburrido y no aplica al 100% de situaciones.
3. Esfuérzate en responder “No”
Sé que eres alguien cumplidor y que te encanta ayudar pero…esfuérzate en decir “no” cuando alguien te pida algo. Es irrelevante que puedas o no hacerlo, o el esfuerzo que te suponga.
Decir “no” es una herramienta verdaderamente útil en productividad personal y debes ejercitarte para que, cuando requieras de verdad usarla, no tengas problemas.
4. Resuelve un acertijo al día, memoriza algún dato
La creatividad trabaja como un músculo. Algo similar ocurre con la memoria. Ejercita regularmente ambos músculos. Busca enigmas por Internet, acertijos, adivinanzas, problemas lógicos o matemáticos. Memoriza números de teléfono o esfuérzate por recordar nombres y datos de personas a quienes ves muy esporádicamente.
5. Atrévete con esas películas que no te gustan
Si no te gustan las de ciencia-ficción, dales una nueva oportunidad. Si te pasa con las del Oeste, inténtalo de nuevo. Quizás descubras que Blade runner o Centauros del Desierto son películas que desbordan un género. No te fíes de las apariencias.
Nuestros prejuicios son un elemento limitador muy potente.
6. Juega, juega y juega
Jugar es una actividad que absurdamente asociamos con nuestras edades tempranas. No sólo hay juegos para adultos (y no me refiero a sexuales) sino que saltar a la soga, jugar a la lima o una buena partida de parchís pueden descubrir en ti un talante que ni el propio Rodríguez Zapatero.
No te vayas al otro extremo, cada vez más gente juega mutijugador online porque le resulta más satisfactoria esa segunda vida (Second life) que su vida real. Si ese es tu caso te pediría “no juegues, no juegues, no juegues”.
7. Apaga tu móvil durante unas horas
Sí, ya sé que puedes tener alguna llamada importante o perderte alguna información vital a través de Whatsapp… ¡qué coño! Sé valiente y apágalo durante un par de horas. Casi seguro que el mundo vuelve a estar ahí cuando vuelvas a conectarlo.
Bastante exigente es el mundo real con nosotros como o para convertir una herramienta en nuestro amo y señor.
8. Haz amigos extranjeros
Viajar es el consejo principal pero, hoy en día, tienes muchas más posibilidades al alcance de la mano: redes sociales, chats (escritos y de voz), webcam, programas de intercambio peer-to-peer, cursos de todo tipo incluso juegos online.
No sé si viajar cura los nacionalismos pero estoy seguro de que amplía nuestros límites.
9. Descansa
Y cuando descanses, céntrate en descansar. No sé porqué nos avergonzamos de tomarnos descansos cuando está más que demostrado que 5-10 minutos cada hora, siestas cortas de 20 minutos o noches de 8 horas incrementan nuestro rendimiento y reducen nuestro estrés de manera notable.
Prueba con la meditación. Sólo te darás cuenta de lo difícil que es no pensar en nada cuando lo intentes.
10. Lee algo nuevo
Ya se que te da pereza y que mejor lo dejas “para cuando salga el DVD”. Oblígate a leer. Tu imaginación, tu léxico y tu ortografía te lo agradecerán. Los que tienen que escucharte, leerte o soportar tus peroratas también lo harán.
La mano que cierra un buen libro, nunca será la misma que la que lo abrió.
11. Observa y pregunta a los niños
Hay quien dice que los adultos somos niños estropeados. Observa cómo se comportan los niños. Carecen en muchas ocasiones de miedos, no padecen nuestras mismas limitaciones. Toma ejemplo de ellos. Intenta simplificar asuntos que te preocupan y expónselos a un niño. Te sorprenderán las soluciones que salen de esas cabecitas.
12. Agradece por lo que tienes
Puedes agradecérselo a Dios, al destino, a ti mismo o a la santa de tu madre, pero agradece. Dice el refrán que es de bien nacidos ser agradecidos y tiene razón. Y no sólo esto, sino que esfuérzate en hacerlo por escrito.
Agradece por 3 cosas que te han ocurrido o de las que dispones hoy. Repite el ejercicio durante unos días, quizás una semana. Te aseguro que empezarás a ver el mundo de manera un poquito diferente, un poquito mejor.
Pequeños retos que ampliarán nuestros límites. Por cierto, es normal que sientas resistencia a abordar cualquiera de ellos. Tu mente empezará a parlotear, “vaya chorrada”, “estoy bien como estoy”, “¡que tontería!”
Un cambio que no despierte resistencias, muy posiblemente no sea un cambio.
Imagen destacada via Shutterstock.
Artículo originalmente publicado en «Una docena de…«